lunes, 1 de febrero de 2010

Sobre la aplicación de las técnicas de la actuación

A mí me ha pasado, y a otros compañeros también, que he tenido un periodo en el que he estado obsesionado con la técnica en la actuación. Uno estudia, hace talleres, trabaja con unos u otros pedagogos y luego quiere aplicar de forma inmediata en sus siguientes trabajos, o en los que ya está inmerso, todo lo que le ha parecido útil en estos periodos de formación. Uno, durante el ensayo o incluso durante la representación ante el público, se obsesiona con la proyección de la voz, la calidad del movimiento, la gestión del nivel de energía, la presencia, no tensionar pero estar tónico, si el espacio está compensado o no y si esto puede interesar, etc, etc, etc..., y se olvida de que tiene al lado a un compañero con el que tiene que jugar.

¿Qué sucede entonces? Pues desde mi punto de vista, que la actuación se acaba volviendo artificial, no creíble. Vemos la técnica. Y pienso: caray, que bien se mueve el tío, y que voz, como sostiene el cuerpo, que presencia, vaya construcción del personaje. ¡¡ Qué demostración de habilidades !! Pero no me creo lo que me está contando. Es como un malabarista que hace rutinas con 8 bolas, con todos los respetos que hay algunos que son espectaculares, pero yo me voy de la función igual que entré. Con ésto no quiero decir que desprecie la técnica, el entrenamiento y el estudio. Todo lo contrario, es algo que me parece fundamental para el actor, pero existe el peligro de instalarse en ella.

Sucede a menudo que uno comienza a hacer teatro en un grupo aficionado, de instituto o universitario. Prepara una obra, la estrena, funciona muy bien, se le ve muy suelto, engancha con el público todo el mundo le da la enhorabuena. La siguiente función es muy floja, no funciona, llega la desesperación. La siguiente otra vez funciona, para sorpresa del actor. ¿Qué pasa? ¿Por qué ayer si y hoy no? Ahí entra en juego la técnica, el aprendizaje y la experiencia. Al chico le dicen que es muy bueno y que debería irse a estudiar a esta o aquella escuela y con este o aquel maestro. Se tira un largo periodo de tiempo formando su cuerpo, su voz, su presencia escénica, interpretación, verso, textos, acrobacia, música, canto, diferentes estilos como la tragedia, la comedia, el melodrama, clown... Después de un tiempo y para su sorpresa se descubre cada vez más atenazado. Él piensa: "caray ya no tengo la soltura que tenía antes, cuando improvisaba". "Mira éste, que nunca ha estudiado, se pone la nariz de clown y todo el mundo se parte de risa con él". Se ha convertido en un prisionero de la técnica sin darse cuenta. De la técnica hay que olvidarse. Hay que entrenar y una vez finalizado el entrenamiento ya está, olvidarse. Si entrenamos y estudiamos, ella va a ser una gran amiga y estará ahí cuando la necesitemos.

Voy a citar a Ernesto Arias, no sé si esto es original de él o no, pero yo me lo aplico desde que lo conocí: "El trabajo del actor tiene tres partes: el entrenamiento, el ensayo y el teatro."

El entrenamiento me parece fundamental. Adquirir las habilidades motoras, vocales, prosódicas, técnicas para entrar y salir de estados de ánimo o pasiones, conocer diferentes códigos dramáticos en los que poder desenvolverse, la improvisación, etc, cuanto más entrenes y más hábil seas con las diferentes técnicas, más posibilidades de que la cosa vaya bien tanto en los ensayos como con el público. El entrenamiento es algo que debería ser regular, aunque creo que es de sobra conocida la autodisciplina del actor en este tema. Supongamos que sí somos disciplinados y hacemos nuestro entrenamiento, esto no garantiza que cuando salgas a escena vayas a tener éxito, ¿entonces para que narices lo voy a hacer?. Un deportista entrena duro durante largos periodos de tiempo para estar preparado para el día de la competición, esto no le garantiza que vaya a ganar el día del partido o de la carrera, pero va a tener muchas más posibilidades de que así sea.

Llega el momento de los ensayos. El momento de llegar a acuerdos entre compañeros y con la dirección. Desde la dirección nos pedirán que aquí seamos más intensos; que en este otro momento tenemos que llegar a tal emoción; que tal texto hay que decirlo a toda pastilla, pero que se nos entienda, eso si, sin perder las intenciones y creando una gama de tensión dramática; nos pedirán que quieren ver solo en el movimiento el interior de Macbeth con las manos manchadas de sangre acompañado por una guitarra flamenca por soleá; o nos harán decir el monólogo de Segismundo: "Qué es la vida, una ilusión, una sombra..." con acento riojano, colgado boca abajo por los pies en un matadero de cerdos. Da igual, lo que sea. En estos momentos, cuanto más entrenamiento llevemos encima, cuantos más recursos, materiales, o tesoros tengamos guardados en nuestro cofre y a los que poder echar mano, más fácil, placentero y productivo será el trabajo.

El teatro. El teatro solo se produce con el público. Es el momento en el que hay muchos que dicen: "Bueno, ahora a olvidarse de todo y a jugar". Pero claro, hay que tener de que olvidarse. Hay que olvidarse de pensar en proyectar la voz, de pensar en la presencia, de pensar en la dicción, de pensar en ... todo eso ya tiene que estar, y si no lo tienes antes de salir a escena, no lo vas a conseguir por arte de magia durante el espectáculo, así que juega y punto.

Hay que dejarse actuar. ¿Y cómo se hace ésto? Yo no lo sé. Solo sé que no puedes estar tenso, tampoco relajado, debes estar tónico y alerta, para esto hay muchos ejercicios y entrenamientos. Cuando realmente me ha pasado que "me he dejado actuar", me he dado cuenta no durante el espectáculo, sino una vez terminado. No se controla casi nada durante la representación, es, como decía el gran maestro Lecoq, que todo fluye. Como hacer una bajada en bicicleta, la bici te lleva, tu solo le dices a la bici cuándo hay que girar a la derecha, cuándo hay que tocar un poco el freno o cuándo dar un poco de pedal, pero ella te lleva, todo el tiempo.

Y ya para terminar esta primera entrada del blog, os recomiendo un vídeo de Roberta Carrieri (Odin Teatret) "Traces in the snow" ("Huellas en la nieve"). Hace una demostración de como aplica la técnica hasta llegar al personaje. Te puede interesar más o menos lo que hace el Odin pero creo que la demostración de trabajo de Roberta es interesante para cualquier actor.

Hay una imagen que creo que es muy significativa respecto a la técnica del actor. Vemos una escalera oxidada en el exterior de un edificio, la verdad es que bastante fea. La nieve la va cubriendo y la imagen se va transformando en algo realmente bello. Todo ha cambiado, ahora es precioso, pero la escalera oxidada sigue ahí, escondida, como sostén de la belleza para nuestro disfrute.

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